lunes, 24 de diciembre de 2018

Expediente 64 (Los casos del Departamento Q) (Journal 64, 2018)***

Dir: Christoffer Boe
Int: Nikolaj Lie Kaas, Fares Fares, Nicolas Bro, Anders Hove, Søren Pilmark, Morten Bjørn, Elliott Crosset Hove, Diem Camille Gbogou, Anders Juul, Fanny Bornedal, Johanne Louise Schmidt, Clara Rosager, Amanda Radeljak, Nastja Arcel, Michael Brostrup, Per Tofte Nielsen, Marianne Høgsbro, Morten Feldt, Lennart Falk. 

El lento cocinar de la venganza     

Allá por el año 2013 (hace sólo cinco años) asistí al estreno de la primera película que iniciaba la saga policíaca Neo Noir nórdica de Los casos del departamento Q. Se titulaba Misericordia 
(pueden leer mi artículo de crítica cinematográfica sobre la misma en este enlace:  http://loscinesderobersan.blogspot.com/2015/06/misericordia-los-casos-del-departamento.html. ).

A ésta siguió un año después Profanación (2014), un segundo caso que mantenía el buen nivel de la primera entrega, ambos trabajos dirigidos por el danés Mikel Norgaard. La prolífica saga cerraba una interesante trilogía con Redención, filme en el que continuaba la heterogénea pero bien avenida pareja de inspectores de investigación de casos difíciles formada por el lacónico, malhumorado y fumador empedernido Carl Moork (a quien da vida el actor Nicolaj Lie Kaas), y su compañero, el árabe Assad (interpretado por el actor libanés Fares Fares, cuya carrera se ha desarrollado en Suecia y Dinamarca). Ambos son tipos con personalidades muy diferentes, pero cuando han de unir sus facultades para entrar en acción y resolver un caso se coordinan y se complementan  a la perfección. 




Moork y Assad responden muy bien al modelo de pareja de policías formado por el “poli bueno” (Assad) y el malo y más violento (Moork), que ha dado en el cine y las series casi siempre muy buenos resultados. Recordemos en este punto la ya mítica serie Starsky y Hutch de 1975, con remake cinematográfico en 2004, la serie española El comisario (de 1999, producida por Tele 5), o el film Dos policías rebeldes (1995), de Michael Bay. 



Este nuevo caso, El expediente 64 se podría entender como una nueva entrega sin más o, quien sabe, quizá sea el comienzo de una nueva trilogía (desde luego, los tres títulos antes citados formaban claramente una, que además apelaba en sus temáticas a cuestiones de índole religiosa, moral y espiritual). El mecanismo de funcionamiento de las piezas y engranajes, a pesar de estar en manos de otro director (en este caso el también danés Cristoffer Boe) sigue un estilo muy similar, con una línea de suspense y de tensión soterrada que alcanza su climax de acción en contadas pero efectivas secuencias. Es cierto que el thriller nórdico y su estilo narrativo y visual a nivel cinematográfico es bastante sobrio y no resulta tan brillante como el norteamericano que a veces, está cubierto de falsos oropeles. Aquí tenemos a dos policías mucho más reales y corpóreos, con sus diferencias, sus neuras y sus defectos. Y vivimos con ellos las situaciones límite y de peligro quizá por ello con más realismo. Estos policías son igual de heroícos que los del cine anglosajón actual a pesar de exhibir mucho más su vulnerabilidad, lo que los hace más humanos y cercanos al público que los del cine actual yanqui, donde se nos presentan casi como super héroes indestructibles. 

La venganza, en un proceso lento pero implacable, es el tema principal que vertebra toda la trama de esta historia negra que nos cuenta el director nórdico, aunque hay otros temas subyacentes y no menos importantes, como son: la opresión moral que las mujeres sufrieron hasta bien entrados los años 60 no sólo en la Europa del Norte, sino en toda la Europa católica (véase España y los derechos de la mujer en los años 60, todavía con el sistema franquista muy efectivo, cuando todo dependía de la potestad del marido, incluso para abrir una cuenta bancaria); la falta de libertad sexual derivada de esa misma opresión, cuyas consecuencias, si la ejercías, te podían llevar a un internado para “reformar” las desviaciones morales de todas aquellas muchachas “descarriadas”. Hay en todo ello un evidente alegato contra el machismo, al igual que una denuncia al racismo que, además, sufrían las jóvenes mujeres pertenecientes a minorías étnicas. Hasta el propio policía de origen árabe ha tenido que luchar contra esos prejuicios por ser un “moro”, y ascender dentro de la policía le ha costado un gran esfuerzo. Enlazado con esto, se va desvelando durante el filme toda una trama de poder que, en la sombra y protegida por el propio sistema, ejerce unas acciones de consecuencias terribles para el colectivo de mujeres jóvenes que pertenecen a esas minorías étnicas. La sombra del nacismo, de la pureza racial y las limpiezas étnicas, planea igualmente sobre la historia, quizá para recordarnos que, en multitud de guerras, esas limpiezas étnicas han sido algo muy real y lo siguen siendo por todo el mundo. 




La serie Q, para mí, sigue gozando con esta nueva entrega de muy buena salud, y creo que seguiremos disfrutando de esa heterogénea pero bien avenida pareja de detectives (uno con cazadora roquera y el otro portando la clásica gabardina gris) durante mucho tiempo. Así que si les gusta el género negro, creo que Moork y Assad les harán pasar un buen rato con sus pesquisas

LA SAGA.
Artículos sobre la serie Q:
Misericordia: http://loscinesderobersan.blogspot.com/2015/06/misericordia-los-casos-del-departamento.html
Profanación:
http://loscinesderobersan.blogspot.com/2015/07/profanacion-los-casos-del-departamento.html
Redención:
https://www.fotogramas.es/peliculas-criticas/a14156039/redencion-los-casos-del-departamento-q-14156039/

Gonzalo J. Gonzalvo

-Palafox-

viernes, 21 de diciembre de 2018

Alpha (2018)* Referencia esprés 26

Dir: Albert Hughes
Int: Kodi Smit-McPhee, Jóhannes Haukur Jóhannesson, Leonor Varela, Natassia Malthe, Mercedes de la Zerda, Marcin Kowalczyk, Priya Rajaratnam, Jens Hultén, Spencer Bogaert, Nestor de la Zerda.

Un guion de Dan Wiedenhaupt a partir de una historia del mismo Albert Hughes, responsable como director, en un reciente pasado, de la recomendable Desde el infierno (2001), adaptación al cine de una estupenda novela gráfica de Alan Moore y Eddie Campbell en torno al mito de Jack The Ripper, y de El libro de Eli (2010), agradable western posapocalíptico con un invitado de lujo llamado Denzel Washington. En las dos formaba tándem con su hermano Allen Hughes. 

Ahora estamos ante una aventura épica. En realidad una historia de supervivencia ambientada en la Europa de hace 20.000 años, durante la última glaciación pero con una "modernización" alarmante y mentirosa. de actitudes. En mitad de su primera cacería con el grupo de élite de su tribu, Keda ( Kodi Smit-McPhee), el joven hijo del líder de la tribu, es herido y dado por muerto. Al despertar se encontrará débil y solo, y deberá aprender a sobrevivir y abrirse camino ante la dura y cruel naturaleza. Acompañado a regañadientes de un lobo abandonado por su manada, los dos aprenderán a confiar el uno en el otro, convertirse en aliados y superar los innumerables peligros para intentar encontrar el camino a casa antes de que llegue el letal invierno. 

Blandengue, simplona, ¿qué demonios hace Kodi Smit-McPhee con ese personaje y en esta película? La ración de vulgarización de nuestro pasado pre-histórico no puede ser tan ridícula y mediocre. Lo que parece claro es que la película En busca del fuego (1981), de Jean-Jacques Annaud, sigue sin tener rival a la hora de reconstruir los orígenes de nuestra especie.

Roberto Sánchez

jueves, 20 de diciembre de 2018

Roma (2018)*****

Dir. Alfonso Cuarón
Int. Yalitza Aparicio, Marina de Tavira, Marco Graf, Diego Cortina Autrey, Carlos Peralta, Daniela Demesa, Nancy García García, Verónica García, Latin Lover, Enoc Leaño, Clementina Guadarrama, Andy Cortés,Fernando Grediaga, Jorge Antonio Guerrero.

Cleo (Yalitza Aparicio) es la joven sirvienta de una familia que vive en la Colonia Roma, barrio de clase media-alta de Ciudad de México. En esta carta de amor a las mujeres que lo criaron, Cuarón se inspira en su propia infancia para pintar un retrato aparentemente realista y siempre emotivo de los conflictos domésticos y las jerarquías sociales durante la agitación política de la década de los 70. 

La película más perfecta y personal de este realizador mexicano hasta el momento. Quizás su apego al "modo norteamericano" y a su industria habían impedido descubrir al magistral cineasta que se intuía en películas como Gravity (2013) e  Hijos de los hombres (2006), sometidas igualmente a parámetros genéricos, y, en Y tu mamá también (2001), que resultaba algo más personal, filmada en territorio mexicano, protagonizada por la española Maribel Verdú, junto a los por entonces jóvenes actores mexicanos Diego Luna y Gael García Bernal.




Ahora, desde la sofisticación técnica, una maravillosa fotografía en blanco y negro que también firma Cuarón y unos movimientos de cámara ajustados, precisos (y preciosos) logra transmitir una profunda emoción que nace de su propia experiencia. Algo de ensoñación tiene este retrato de la sociedad mexicana de los setenta, algo tiene de melodrama romántico y de cuento infantil retenido en la memoria de un cineasta adulto que reconstruye su pasado en forma de magia cinematográfica. El tratamiento del sonido (los ruidos, el ambiente), el trabajo magistral de los actores, y el guion milimétrico y pausado, contribuyen a que viajemos cojidos de su mano a una infancia repleta de sensaciones no siempre maravillosas. La otra mirada se hace sobre los indígenas mixtecos, en especial sobre el personaje de Cleo, interpretada por Yalitza Aparicio, auténtica "madre" de esa familia de clase media de Mexico D. F., y probablemente de un modo simbólico de toda una generación de mexicanos.




No sé cual será el próximo paso de Cuarón (quizás el todopoderoso dolar vuelva a imponerle su sometimiento a la parte más dura de la industria del ocio), quizás el contrato con Netflix, le permita seguir explorando su faceta más personal como cineasta. En todo caso esta Roma de Cuarón, me hace situarlo en un escalafón algo superior al de otros ya ilustres cineastas de ese país como Guillermo del Toro, Alejandro González Iñárritu, Guillermo Arriaga o el inclasificable, personal y valiente Carlos Reygadas, con trabajos como Batalla en el cielo (2005), controvertidos pero de una calidad y riesgo creativo incuestionables.



Otra de las virtudes de Alfonso Cuarón es que en esta película pueden detectarse influencias de algunos grandes maestros que van desde el Buñuel de Los olvidados, a Stanley Kubrick, pasando por Federico Fellini, pero que con esos guiños (a veces puramente formales, otras de contenidos) logra una amalgama absolutamente personal. Repasando los planos fijos de muchas de las tomas nos encontramos con auténticas composiciones plásticas de una belleza incuestionable.




En definitiva, una OBRA MAESTRA, y mira que soy poco dado a utilizar el calificativo, una película que nos recuerda el apasionante poder del cine para conmovernos, para hacernos viajar a otros mundos que siguen estando ahí, pero que el peso de la realidad nos impide ver... 

Una última reflexión. En muy pocos lugares han tenido la suerte de disfrutar de esta obra maestra en su lugar natural que debería ser una sala de cine. La productora de la plataforma televisiva Netflix, cada vez más poderosa, condiciona y restringe su estreno y difusión. En Zaragoza no se ha estrenado y, aunque fuera en un futuro, creo que los que quieren disfrutar de este cine de primera clase, agradecerían mucho el esfuerzo por que recalara en algunas de las espléndidas salas de la ciudad...

Roberto Sánchez

viernes, 14 de diciembre de 2018

Kursk (2018)***

Dir: Thomas Vinterberg
Int: Matthias Schoenaerts, Léa Seydoux, Colin Firth, Max von Sydow, Michael Nyqvist, Peter Simonischek, Martin Brambach, Guido De Craene, Geoffrey Newland, August Diehl, Matthias Schweighöfer, Fedja Stukan, Miglen Mirtchev, Jehon Goran.

El lado inhumano de la política en estado puro

Hace no mucho, con motivo del reciente estreno de Hunter Killer (Donovan Marsh, 2018) hacía un repaso por un subgénero que, dentro del cine bélico, parece que goza de extraordinaria salud. Navegando por él (me permitirán esta expresión), citaba títulos como: Destino Tokio (Delmer Davis, 1943), Estado de alarma (James B. Harris, 1965), La hora final (Stanley Kramer, 1965), El submarino (Wolfgang Petersen, 1981), La caza del octubre rojo (John McTiernan, 1990) o Marea roja (Tony Scott, 1995). 

En el plano de las referencias fílmicas, Kursk se movería más entre la línea del excelente trabajo del claustrofóbico filme de Petersen y aquella "caza del octubre rojo” protagonizado por un soberbio Sean Connery. Aquí también somos testigos del intento de colaboración liderado por dos almirantes: el ruso Gruzinsky (Peter Simonischek) por un lado, y el del bloque occidental por otro, perfectamente encarnado por el almirante de la Royal Navy británica David Rusell (al que da vida el gran actor Colin Firth); intento como digo que se queda en eso, debido a la inhumana cerrazón y el hermetismo político y militar por parte del lado ruso, liderado por la desagradable figura del viejo almirante Boris Nikolayevich Yeltsin al que encarna, con la efectividad que le caracteriza, el ya muy veterano actor sueco Max Von Sydow, un mito viviente del cine. 


El director Thomas Vinterberg, que se dio a conocer a mediados de los años noventa del pasado siglo con su Celebración (Festen), y por ser uno de los fundadores (junto al director danés Lars von Trier) del llamado “movimiento dogma” en el que se encuadraba dicho filme, conserva de los preceptos del "dogma" el claro concepto de poner por delante la carga dramática, que se superpone a los aspectos técnicos y de efectos especiales y visuales. Kursk es por tanto un filme austero, que parece más bien rodado en los ochenta o noventa en el plano técnico, aunque no descuida ningún aspecto artístico, en especial la efectiva fotografía de Anthony Dod Mantle y la estupenda partitura de ese genial compositor que es Alexandre Desplat. Vinterberg se centra en lo importante, construyendo una estructura narrativa a tres bandas: lo que viven los tripulantes de ese desdichado submarino por un lado, lo que sufren sus familiares por otro, y los comportamientos militares de uno y otro bando de los bloques occidental y ruso (recientemente postsoviético) en tercer lugar. En este sentido (el narrativo), el filme es brillante, y se apoya además en las excelentes interpretaciones, tanto masculinas como femeninas, destacando especialmente en el lado de las mujeres a una Léa Seydoux realmente maravillosa, y brillando en el lado masculino tanto Colin Firth como el actor belga Matthias Schoennaerts. 



Vinterberg, como digo, se centra en lo importante, en describirnos la angustia, la impotencia y la desesperación tanto de los marineros atrapados en ese ataúd de acero obsoleto, como la de sus familiares y seres queridos. También sólido es el guión de Robert Rodat, autor del guión de excelentes filmes bélicos como Salvar al soldado Ryan (Steven Spielberg, 1998) o El patriota (Roaland Emmerich, 2000). 

Lo deshumanizada que, en tantas ocasiones, puede ser la política, y la absoluta falta de empatía por parte de los mandos militares con respecto a los hombres de sus filas que se juegan y dan la vida por su país a veces sin ningún sentido, queda patente en el filme con toda su carga de profundidad (nunca mejor dicho). Vinterberg, sin prisa pero sin pausa, no deja títere con cabeza en este sentido, y pone al descubierto el lado más descarnado e inhumano de la política, que en aras de no se sabe qué y para no admitir debilidad alguna ante el “enemigo”, sacrifica la vida de un montón de hombres a sabiendas de que están vivos y de que el tiempo corre en su contra con un desenlace fatal si no se toman todas las medidas posibles, incluido el dejar que el bando contrario socorra por motivos humanitarios y por poseer una mejor tecnología y medios, las vidas de unos pobres diablos que están en medio de la nada oceánica y en una tumba metálica que se va inundando y quedando sin oxígeno minuto a minuto. 



Vinterberg, sin un ritmo vertiginoso de thriller, que sería lo esperable en otros directores para una película de estas características, consigue un filme opresivo y asfixiante, que traslada esas sensaciones al espectador, con secuencias en las que, literalmente, te hace contener la respiración como si la sala de cine estuviese inundada bajo el agua. Sin duda, un gran director que ya con la excelente La caza (2012) dio claras muestras hace unos pocos años de su gran músculo como narrador de situaciones humanas dramáticas límite en las que el sufrimiento, el dolor y la redención son retratados con una habilidad y verosimilitud que pocos cineastas pueden lograr.


GONZALO J. GONZALVO

martes, 11 de diciembre de 2018

La noche de 12 años (2018)****

Dirección y Guion: Álvaro Brechner
Int: Antonio de la Torre,  Chino Darín,  Alfonso Tort,  César Troncoso,  Soledad Villamil, Sílvia Pérez Cruz,  Mirella Pascual,  Nidia Telles. 

Parece difícil en estos tiempos en los que el fascismo cabalga de nuevo por Europa y que renace en Brasil (por ejemplo) y ligeramente en España, enfrentarse a una película sólida y bien construida que denuncia las prácticas de esos sistemas políticos y que además lo hace huyendo de cualquier sensacionalismo con relación a la detención y tortura de presos por razones ideológicas y el papel que el 
estamento militar debe jugar en una sociedad moderna. Parece mentira que la sociedad olvide tan pronto algunos de los terribles comportamientos que algunos estamentos potencian en nombre de la unidad nacional, la patria y la bandera.


Álvaro Brechner es uruguayo, y apoýándose en los testimonios y memorias de algunos de los supervivientes ha escrito (y dirigido) este relato de resistencia ante 12 años de tortura física y psicológica.


La acción se inicia en 1973. Uruguay está bajo el poder de la dictadura militar. Una noche de otoño, nueve presos Tupamaros son sacados de sus celdas en una operación militar secreta. La orden es precisa: "como no pudimos matarles, vamos a volverles locos". Los tres hombres permanecerán aislados durante 12 años. Durante más de una década, los presos permanecerán aislados en diminutas celdas en dónde pasarán la mayoría del tiempo encapuchados, atados, en silencio, privados de sus necesidades básicas, apenas alimentados, y viendo reducidos al mínimo sus sentidos. Ante esa situación desesperada cada uno hechará mano de sus recuerdos, de sus anhelos y deseos, de un mundo interior que sus carceleros también intentarán cercenar. Entre ellos estaba Pepe Mújica (interpretado por Antonio de la Torre), quien más tarde llegó a convertirse en presidente de Uruguay; Mauricio Rosencof (Chino Darín), escritor, periodista y poeta; y Eleuterio Fernández Huidobro (Alfonso Tort), "El Ñato", periodista, político y escritor. 



En torno a esos tres personajes, Brechner, construye junto al excelente trabajo de los actores, un paisaje terrible y duro, repleto de imágenes en muchos casos soñadas, en otras reflejo de la situación desesperada que tuvieron que atravesar los presos políticos durante la larga dictadura militar uruguaya. Pero, también hay que decir que el ejercicio de contención visual es espectacular. Toda la sabiduría, el equilibrio y la lógica que José Múgica aplicó como presidente de su país (de 2010 a 2015), parece reflejarse en esta producción centrada en mostrarnos el tortuoso viaje hacia esa larga noche y en cómo poder salir indemne de una travesía forzada por el infierno. 

Las barbaridades de las que es capaz el "sistema" son retratadas en muchas ocasiones por el cine, pero la eficacia de la denuncia parece, casi siempre, perderse en las continuas manipulaciones de los "mass media". Esta estupenda obra cinematográfica ha quedado aplastada, por unos cuantos estrenos "comerciales" y adecuadamente inocuos... Apresurense a verla, más allá del necesario relato de los hechos, estamos ante la madurez creativa de un joven cineasta uruguayo que en su tercer largometraje ha logrado no caer en los tópicos del cine político al uso e ir un poco más allá en el retrato del horror y la represión ideológica, en mostrarnos los recovecos de la mente humana para sobrevivir a la muerte en vida y seguir luchando por la utopía...

Roberto Sánchez

-Aragonia- 

lunes, 10 de diciembre de 2018

FESTIVAL DE CINE DE ZARAGOZA 2018. 23 EDICIÓN.

FESTIVAL DE CINE DE ZARAGOZA 2018.      
23 EDICIÓN.

A punto de cumplir el cuarto de siglo                 

No cabe duda de que el Festival de Cine de Zaragoza, que nació allá por 1995, goza de buena salud. Mucho han cambiado las cinematografías y los medios técnicos audiovisuales desde entonces, pues aunque como reza el viejo tango “veinte años no es nada”, la tecnología digital ha avanzado notablemente en el terreno audiovisual. Por otro lado, el cine (especialmente como arte), siempre será una especial forma de contar historias, y en cuanto a lo sustancial de su lenguaje narrativo, siempre se mantendrá fiel a sus principios.  

En esta nueva edición (ya la número 23), mucho se nos ha querido contar por parte de cineastas de todo el mundo. Muchas y variadas historias tanto en formato corto como en largometraje, lo que da muestras patentes del interés y la cantera de nuevos y jóvenes cineastas que serán y son ya el presente y el futuro de la cinematografía internacional. Países como México, Bolivia, Grecia, Reino Unido y, por supuesto, España, presentaron trabajos muy variados y diferentes. Además, Japón y su estupenda y curiosa cinematografía fue el país invitado, con una especial colaboración de la Asociación Aragón-Japón en las actividades del festival. En este sentido, citar títulos como Museum (Myûjiamu, 2016), de Keishi Ohtomo ; I Am a Hero (2015), de Shinsuke Sato o Nagasaki, recuerdos de mi hijo (Haha to kuraseba, 2015), de Yoji Yamada,y algunos menos recientes pero no menos interesantes, como Dolls-Marionetas (Dolls, 2002) del gran director y actor Kitano Takeshi o la mítica Los siete samuráis (Shichinin no samurai, 1954), de  Kurosawa Akira. 















La sección dedicada al cine japonés fue un éxito, pero tuvo sus luces y sombras. En el lado luminoso, destacó el estreno de Un asunto de familia (Manbiki kazoku, 2018), de Koreeda Hirozaki y en el de las sombras, la recuperación de Thermae Romae (Terumae romae,2012), de Hideki Takeuchi, un filme insignificante e "infantiloide", adaptación de un manga del mismo nombre que disfraza a unos cuantos japoneses de romanos de la época del emperador Adriano.




Este año además, el festival de Cine se hermanó con el de Jazz de Zaragoza (y su sección Jazz Cinema), que coincidieron en fechas en parte, y ello hizo posible experiencias tan interesantes como la que se pudo disfrutar en la sala Luis Galve del Auditorio de Zaragoza, en la cual, mi compañero en la lidia cinematográfica Roberto Sánchez presentó y organizó una interesante disertación sobre el Jazz en el cine, y el grupo musical de jazz EVO (con los grandes músicos aragoneses Chus Fernández al bajo eléctrico, Chavi Naval a los saxos y clarinetes y David Fernández a la batería) puso una nueva banda sonora de jazz al ya mítico filme de Luis Buñuel Un Perro Andaluz. También, y de la mano del profesor Sánchez, pudimos disfrutar en la Filmoteca de Zaragoza (otra de las sedes del festival), del excelente filme de Clint Eastwood Medianoche en el jardín del bien y del mal (1997), además de Anatomía de un asesinato (Otto Preminger, 1959), el documental Tete Montoliu: una mirada (Pere Pons, 2007), y el inclasificable y lisérgico El almuerzo desnudo (David Cronenberg, 1991). 

Dentro de los múltiples cortometrajes (sección imprescindible y que merece todo el apoyo) destacar la sección Aragón Negro, que los hermana con el cada vez más importante certamen literario de novela negra de Aragón. En esta sección, se pudieron ver interesantes trabajos como: A contratiempo  (Juan Bermúdez), Las flores grises (José Ubieta),  Inattendu (Brasil),  Sangre en la medianoche (Roberto Navarro) o Tres tristes tigres (Albert lagos). 



En el plato fuerte de los largometrajes, dentro de los trabajos españoles, destacar en especial el filme Jaulas (2018), del joven director sevillano Nicolás Pacheco.  La divertida y disparatada Kill Ben Lyk, de Erwan Marinopoulos (Reino Unido), hizo pasar un buen rato. Más reflexivas e introspectivas los filmes mexicano y boliviano respectivamente: Pacífico Norte  (2018), una algo verde pero curiosa road movie de la joven directora Valentina Sachetti, y la interesante El río, dirigida por Juan Pablo Richter, un drama con pinceladas de thriller que va de menos a más. De Portugal nos llegó Uma Vida Sublime (2018), de Luís Diogo, inteligente fusión entre thriller, psicopatías varias y reflexión sobre la vida y todo lo demás...

Mención aparte merece el durísimo drama social impregnado de thriller Holy Boom, de María Lafi, excelente filme griego que se alzó con el galardón a la mejor película del festival. Para tener información exhaustiva de todos los premios y galardones de la distintas categorías y secciones (que son muchas), conviene consultar este enlace: 
http://festivalcinezaragoza.com/noticia/49  

Destacar también el muy merecido homenaje a la gran actriz Julia Gutiérrez Caba, que recibió el Augusto Ciudad de Zaragoza por sus seis décadas de dedicación al cine y el teatro, premio rodeado de emoción que le entregó su hermano Emilio. La popular actriz aragonesa Laura Gómez Lacueva y la veterana figurinista María Araújo, también se llevaron su robusta estatuilla del emperador Augusto a casa. 


En la gran gala de clausura brillaron también con luz propia la música de cine (de la mano del piano y la prodigiosa voz de Ariadna Redondo)  y la percusión japonesa del grupo aragonés japonés “Kamidaiko”, y que pusieron el broche de oro a un festival que se encamina ya a su edición número 24. Por mi parte expresar el deseo de que la sección de largometrajes gane en envergadura y peso de cara a esa importante cita con público y medios que será la vigésimo quinta edición, pues existen mucha secciones menores que, sin quitarles importancia, hacen que el festival sea un tanto extenso, largo e inabarcable.

GONZALO J. GONZALVO

martes, 4 de diciembre de 2018

Entre dos aguas (2018)****

Dirección: Isaki Lacuesta
Guion: Isa Campo, Isaki Lacuesta, Fran Araújo
Reparto: Israel Gómez Romero, Francisco José Gómez Romero, Rocío Rendón, Yolanda Carmona, Lorrein Galea, Manuel González del Tanago.

Isra y Cheíto son dos hermanos que han tomado caminos muy diferentes en la vida. Cuando Isra sale de la cárcel y Cheíto termina una larga misión enrolado en la Marina, ambos regresan a la Isla de San Fernando. El reencuentro de los hermanos renovará el recuerdo de la muerte violenta de su padre cuando eran niños; la necesidad de retomar sus vidas y reconciliarse con ellos mismos les unirá de nuevo. Doce años después de La leyenda del tiempo, Isaki Lacuesta vuelve a San Fernando. 

El regreso del realizador gerundense (nacido en 1975) a los paisajes y algunos de los personajes de La leyenda del tiempo, supone una reafirmación en la búsqueda de un lenguaje personal en el que la realidad y la ficción se combinan, se mezclan y se confunden para la gloria de un cine brillante, profundo en el conocimiento de sus personajes, de ritmo implacable en el montaje y un encuadre siempre efectivo, nunca efectista, al margen de las corrientes mayoritarias impuestas desde el mercado. Me temo que volver a adentrarse en el alma de Isra y Cheíto,dos hermanos gitanos, que afrontan los vaivenes del destino de forma muy distinta no le dará a Lacuesta satisfacciones crematísticas (es uno de los productores ejecutivos), ni a Paco Poch, Dan Wechsler y Jamal Zeinal Zade, los productores, pero de momento la crítica y los Festivales más importantes ya la han valorado de modo muy positivo.



Su trayectoria como cineasta comienza a ser más que memorable. Siempre (o casi) ha buscado caminos arriesgados. Cravan vs. Cravan (2002) y la citada La leyenda del tiempo (2006), indican unas pautas en las que se investigan a fondo las fronteras entre ficción y documental, que parecía entrar en vía muerta con Els passos dobles (2011), para mi gusto la más floja de su trayectoria. Tanto es así que en Murieron por encima de sus posibilidades (2014) y La propera pell (2016), realiza ficciones que desde la comedia (la primera) y el drama con notas de misterio y thriller (en la segunda, codirigida por Isa Campo), demuestran que puede ser un buen director dentro de los géneros más convencionales, sin abandonar planteamientos de puesta en escena siempre presentes en sus obras más experimentales.



Quizás las 2 horas y 16 minutos sean excesivas para cierto público, pero a mi se me pasaron en un suspiro. Reencontrar a estos personajes (recuerden que no son actores profesionales), doce años después, ya adultos pero reconocibles en sus vicios y virtudes es hasta cierto punto una sorpresa, casi un milagro (cinematográfico). El grado de confianza del equipo con estos jóvenes gitanos de San Fernando (Cádiz) le ha permitido adentrarse en su intimidad, e indirectamente mostrar la disolución de un modo de vida "tradicional" que siempre se movió en los límites de la legalidad, al menos desde el planteamiento de los "payos".



Una de las mejores apuestas del cine español reciente que volverá a pasar desapercibida por un público que ya no parece poder recuperarse para el lado más artístico y social del cine, obligado a ser un mero entretenimiento si quiere captar su atención. 

Roberto Sánchez

-Aragonia-

miércoles, 28 de noviembre de 2018

El infinito (The Endless, 2017)** Referencia esprés 25

Dir: Justin Benson, Aaron Moorhead
Int: Aaron Moorhead, Justin Benson, Tate Ellington, Callie Hernandez, James Jordan, Lew Temple. 

Años atrás, los hermanos Justin (Justin Benson) y Aaron (Aaron Moorhead) lograron escapar de la secta donde se habían criado. Ahora, malviven en un apartamento de Los Ángeles, hasta que un día reciben una cinta de vídeo de aquella secta, y a Aaron le entran las dudas de si deberían volver al campamento del que huyeron. 

Una película no estrenada en las salas zaragozanas, cuyo gran éxito crítico en España (le dan una elevada calificación Jordi Costa, Nando Salvá o Antonio Trashorras, entre otros), me impulsó a verla.  Indaga en el mundo de las sectas desde la perspectiva del fantástico. Un cine, el de Benson/Moorhead que apuesta por la sutileza y que quizás por los bajos presupuestos, prefiere el camino de la sugerencia. Por otro lado, estamos ante un producto que fue seleccionado en Sitges y en Tribeca en 2017. 

Es tan sutil en los planteamientos que el resultado a mi me pareció en exceso superficial e inane, pero hay que reconocerles que te dejan con ganas de saber más...

Roberto Sánchez.

Museo (2018)***

Dir: Alonso Ruizpalacios
Int: Gael García Bernal, Leonardo Ortizgris, Alfredo Castro, Simon Russell Beale, Bernardo Velasco, Leticia Brédice, Ilse Salas, Lisa Owen, Lynn Gilmartin, Maite Suarez Diez, Gabriel Nuncio.

La película cuenta una historia tan aparentemente absurda que sólo puede ser real. Se trata de indagar en las circunstancias que rodearon al robo de varios objetos prehispánicos del Museo Nacional de Antropología de la Ciudad de México en 1985, y la sorpresa de las autoridades al descubrir que los autores de semejante hazaña habían sido dos jóvenes marginales de los suburbios, Carlos Perches y Ramón Sardina, en lugar de los ladrones profesionales de arte a los que se le atribuía la sustracción de los objetos.

Alonso Ruizpalacios y Manuel Alcalá, desde el guion, intentan descubrirnos las motivaciones de estos dos jóvenes, en la ficción llamados Juan Nuñez (Gael García Bernal) y Benjamin Wilson (Leonardo Ortizgris), para decidirse a robar estas piezas arqueológicas de un valor económico difícil de evaluar, pero con una carga simbólica todavía mayor, ya que forman parte de ese tesoro cultural anterior a la llegada de los españoles que ayuda a definir la personalidad del país.



Alonso Ruizpalacios tiene mucha experiencia en series para la televisión y algunos cortometrajes previos. En Museo afronta su segundo largo de ficción y ya tenía en Güeros (2014), un más que interesante precedente que lo situaba entre los realizadores más interesantes de México que de momento no se han pasado al lado norteamericano y que apuestan por desarrollar un estilo personal al margen de la narrativa comercial imperante. 

Museo describe el robo de las piezas arqueológica con un estupendo ritmo, con una planificación aceptable para los parámetros genéricos aceptados, pero no se queda ahí. Apoyándose en el buen nivel interpretativo de sus actores, en especial Gael Gaecía Bernal, Leonardo Ortizgris y Alfredo Castro (el Dr. Nuñez, padre de Juan), profundiza en la psicología de unos personajes que se formaron en la universidad (en este caso en veterinaria) pero cuyos horizontes laborales y su futuro es dudoso, analiza sus ansías por llamar la atención, por destacar, la aparente ligereza  de un atraco perfecto, sin sentido.



Alejandro Ruizpalacios, nacido en 1978, se sitúa en una órbita cercana a la de Carlos Reygadas, quizás con algo menos de radicalidad formal que la del realizador de Batalla en el cielo (2005), o la reciente Nuestro tiempo (2018). Un cine situado en una vanguardia formal en las antípodas del cine-ocio actual de raigambre anglosajona, y  además está muy preocupado por la realidad que acosa al México actual, a sus tradiciones contradictorias (lo indio versus lo hispano, la presión del gigante del Norte) y a las tensiones de una sociedad marcada por el capitalismo salvaje.



Un cine de gran categoria formal y de cuidado análisis psicológico de sus personajes que está pasando desapercibido al "gran público" en las salas comerciales españolas, pero que merece más atención que la de los críticos y los Festivales. Si están interesados en conocer lo último del cine mexicano, deberán darse prisa, ya que su escasa acogida limitará el tiempo de su presencia en salas. 

Que la cinematografía mexicana tiene buena salud parece evidente por esta película, pero también por la reciente Pacífico Norte (2018), ópera prima de Valentina Sachetti, que nos ha dejado ver la selección del Festival de Cine de Zaragoza en Edición 23; o por la deseada y multipremiada Roma (2018),de Alfonso Cuarón, que al ser de la marca Netflix, corre el riesgo de no llegar a las salas zaragozanas, lo que sería una pena... 

Roberto Sánchez

-Palafox-

sábado, 24 de noviembre de 2018

Jaulas (2018)****

Dir: Nicolás Pacheco.   
Int: Estefanía de los Santos, Belén Ponce de León, Antonio Dechent, Manuel Tallafé, Manolo Caro, Marta Gavilán, Manuel Cañada, Antonio Estrada, Stefan Mihai, Manuel Cañadas, Mila Fernández, Carlos Tirado.

Vidas enjauladas  


En una de las sesiones especiales de preestreno de este Festival de cine de Zaragoza 2018 (23 edición), he tenido el placer de visionar el trabajo que supone la puesta de largo del joven director sevillano Nicolás Pacheco. Formado en las escuelas de dirección cinematográfica de Barcelona y Madrid, y en la especialidad de guión en la de La Habana (Cuba), Pacheco posee una voz narrativa muy personal que confiere a sus trabajos fílmicos un sello característico. La ambientación en escenarios vitales duros alejados del glamur del centro de las grandes ciudades y la fuerza y el carácter de los personajes que habitan estos mundos, lo emparenta con directores como los mexicanos Ripstein o Iñárritu, con el Buñuel (sobre todo de la etapa mexicana) e incluso contiene guiños al neorrealismo italiano de los cincuenta. 



Jaulas es una obra inclasificable, por un lado por la mezcla de géneros que contiene (aunque predomine el drama social), y que también ofrece al espectador momentos de comedia y de thriller de acción. Por otro lado, por el realismo mágico que la impregna de principio a fin, dotando a la historia de un aura de cuento o fábula que la entronca también con películas como Blancanieves (2012), de Pablo Berger, o la francesa The Artist (2011), de Michel Hazanavicius. 

La falta de libertad, la violencia machista, el terror al patriarcado en culturas que aún tienen ese poder masculino muy patente (como la Gitana) son puntales de este retrato social de personas que tienen sus vidas literalmente enjauladas, por lo que el título es perfecto para describir la historia que nos narra con originalidad y acierto el director sevillano. Por otro lado, tenemos la fuerza de estas mujeres, que a pesar de tener las peores cartas de la baraja, no se rinden, e intentan tirar para adelante como sea, aunque se dejen la vida por el camino. 

Jaulas tiene mucha fuerza. Fuerza visual y narrativa, que reside fundamentalmente en un conjunto de actrices que, unidas, conforman una alianza interpretativa más que poderosa, destacando entre ellas, la espléndida Estefanía de los Santos (Concha), sin olvidar a Belén Ponce de León y a la joven Marta Gavilán, que interpreta a Adela, la hija de Concha. En cuanto a la parte masculina, también están impecables el siempre sólido Antonio Dechent (que interpreta el lado masculino “bondadoso” aunque ciertamente manipulador) y otro Antonio, de apellido Estrada, que encarna al terrible y violento “Canario”. Manuel Cañadas como el entrañable “Antoñito” y Manuel Tallafé (“Cansino”) también cumplen con holgura sus papeles, redondeando un reparto que, en conjunto, da vida perfectamente a este microcosmos marginal teñido de violencia que, en el fondo, es también el retrato de los defectos morales de una gran parte de la sociedad actual que, a pesar de sus diferentes clases sociales y edades, sigue teniendo por desgracia los comportamientos machistas aún bastante enraizados. 



Jaulas desempeña pues el papel de un cine de denuncia y crítica social, mostrando un drama de vidas descarnadas y prisioneras de su propia condición y destino, pero lo hace desde las tripas, sin caer en la complacencia del cine político o panfletario; sin abanderar otros colores que los de mostrar una realidad que es tan dura, tan gris y tan polvorienta, que cuando algo intenta aportarle color y magia, se escapa de entre los dedos como un manojo de globos de las manos de una niña en una luminosa mañana de feria. En una de esas ferias de tantos y tantos pueblos que retratan la vida de una España que, en pleno siglo XXI, sigue teniendo más sombras y claroscuros que los que serían deseables.

GONZALO J. GONZALVO

-Aragonia, Festival de Cine de Zaragoza-