martes, 4 de octubre de 2016

La reconquista (2016)***

Dir: Jonás Trueba
Int: Itsaso Arana, Francesco Carril, Aura Garrido, Candela Recio, Pablo Hoyos.




Manuela (Itsaso Arana) y Olmo (Francesco Carril) se reencuentran en un futuro que se habían prometido quince años antes, cuando eran adolescentes y vivieron su primer amor. A partir de esta premisa romántica, La reconquista es una película en busca del tiempo; o sobre la conciencia del tiempo: del tiempo perdido y del recuperado; sobre lo que recordamos de nosotros mismos y lo que no; sobre las palabras, los gestos y los sentimientos a los que seguimos guardando fidelidad, porque nos definen y nos interpelan en el presente, el pasado y el futuro.

La reconquista es una película aparentemente simple, casi esquemática, que en ningún momento oculta sus cartas, ni sus referentes, que van desde la Nouvelle Vague (Eric Rohmer, incluido) al cine más reciente del norteamericano Richard Linklater. Y, desde luego, el propio estilo de Jonás Trueba que se va definiendo después de Todas las canciones de amor hablan de mí (2010), Los ilusos (2013) y Los exiliados románticos (2015). Un cine que quiere reflexionar sobre su propia generación, al menos sobre la de un grupo de privilegiados que no ha sufrido excesivamente para ganarse el sustento y ha podido emplear algo de su tiempo en el romanticismo y en alguna actividad cultural.

Jonás Trueba utiliza una mirada cadenciosa y minimalista para aproximarse a Manuela y Olmo, y este planteamiento sacará de quicio a más de uno. A los dos actores que los incorporan (Itsaso Arana y Francesco Carril) les da una gran responsabilidad. Son ellos, seguidos muy de cerca por el director/guionista, los que ponen muchas de sus experiencias al servicio de los personajes. Hay también un interesante salto en la historia que nos llevará a la adolescencia de los dos protagonistas (ahora serán interpretados por Candela Recio y Pablo Hoyos), que nos permite abandonar esa peligrosa morosidad en la que parecía estancada la película y adentrarnos de verdad en ese pasado que sustenta su historia de amor.




Adquiere protagonismo, de modo algo inesperado, el padre/cantante de Manuela que incorpora Rafael Berrio, un cantautor donostiarra, una especie de Leonard Cohen a la española, al que también hay referencias en la película. Una de sus canciones define bastante bien las intenciones del filme de Trueba y llega a sonar en dos ocasiones, añadiendo unas cotas de belleza inesperada a otro filme de Jonás Trueba que apuesta por un estilo de cine poco habitual en nuestro país, cargado de buen gusto y sensibilidad, pero en un espectro temático que nos gustaría, por lo menos al que esto suscribe, fuera más allá de las experiencias románticas y de la adolescencia eternizada que retrata y a la que pertenece generacionalmente.


Roberto Sánchez


-Aragonia-

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