viernes, 28 de octubre de 2016

La chica del tren (2016)**

Dir: Tate Taylor
Int: Emily Blunt, Rebecca Ferguson, Haley Bennett, Luke Evans, Edgar Ramirez, Justin Theroux, Allison Janney, Lisa Kudrow, Laura Prepon, Lana Young, Nicole Bonifacio, Marko Caka, Danielle M. Williamson, Alexander Jameson, Sidney Beitz.


La chica desorientada.                 

Este es un filme rodeado de un aura de éxito y comercialidad evidentes. Parece que la causa no es otra que el fenómeno de superventas mundial creado por la novela de homónimo título firmada por Paula Hawkins. Novela que ha vendido millones de ejemplares y que, incluso para los que somos escritores, es una cuestión de auténtico misterio, pues hay novelas y autores mucho mejores que venden muy poco y relatos aún peores (como el caso de las 50 sombras de marras) que son capaces de vender millones de libros. Dicho esto, el lector mínimamente cinéfilo y avezado ya intuirá por donde van los tiros con este La chica del tren: hacer dinero...más dinero (como decía en los 80 el cantante  de Los Ronaldos Coque Malla). 


Firma este trabajo Tate Taylor, un director correcto, sin excesiva trayectoria y experiencia, pero con un par de trabajos interesantes, el biopic basado en la vida del cantante de color James Brown I Feel Good (2014) y la que para mí, es su mejor película con diferencia, Criadas y señoras (The Help, 2011). Tate Taylor parecía el director adecuado (eficiente, pero nada arriesgado) para realizar  este trabajo con el fuerte respaldo económico de las todopoderosas productoras Dreamworks y  Amblin Entertainment (¿les sigue sonando el tema del dinero para hacer más dinero?). Taylor, también guionista, que supo adaptar con acierto la novela de Kathryn Stockett antes nombrada (Criadas y Señoras), hubiese sido para mí, sin lugar a dudas, mejor adaptador de la novela La chica del tren, que finalmente ha hecho una tal Erin Cressi de Wilson. ¿Y quién es esta señora? Al parecer una profesora de escritura creativa (que miedo me da eso, ¿desde cuando la chispa de la creatividad de un artista se puede enseñar si carece de ella?) de una Universidad privada norteamericana llamada Brown, situada en Providence (Rhode island); también productora de dos filmes y actriz en tres cameos (muy completa la señora). Como resultado tenemos, de entrada, una historia ya desvirtuada desde su comienzo. La acción de la novela se desarrolla en Londres, no en Nueva York, y nos habla de Rachel una mujer divorciada y alcohólica que reside en la  habitación de una vieja conocida y que viaja hasta Londres todas las mañanas. Tras la ventana,  cuando el tren está parado (no en movimiento, es importante este detalle), observa detenidamente a una pareja a la que pondrá nombres inventados por ella (Jess y Jason). Tampoco quiero extenderme en más desvirtuaciones del texto original (pues habrá muchas más) perpetradas por el filme. Seguramente, son para que todo resulte más chic según el parecer de la señora Cressi De Wilson. 



Vamos ahora con lo positivo. La protagonista está encarnada por la bella y estupenda actriz Emily Blunt, fenomenal en la reciente y magnífica Sicario (2015), de Denis Villeneuve, pero que también ha trabajado maravillosamente a las órdenes de Marc Vallée en La reina Victoria (2009) e incluso con el gran Lasse Hallström, en ese delicioso filme titulado La pesca de salmón en Yemen (2011). Gracias a la Blunt, a esa mirada suya tan hermosa y magnética, y a su fuerza expresiva en pantalla, no va la cosa a peor. El resto de los actores y personajes quedan en un total segundo plano, exceptuando al venezolano Edgar Ramírez, otro actor con mucha fuerza que tiene un papel breve pero intenso. A pesar de sus esfuerzos, naufragan en medio de un guión farragoso, plagado de saltos espacio-temporales y flash-backs que ayudan a crear una mayor confusión narrativa; rodeados de unos personajes planos, sin ningún tipo de carisma, que no producen en el espectador (al menos no en mi caso) empatía alguna. Me da igual que fulanito o fulanita le ponga los cuernos a tal o cual. Me dan igual sus vidas y sus destinos. Todo es como un bonito decorado diseñado por "El Corte Inglés" para vestir de humo un filme con un tono de comercialidad absoluta que carece de pegada y de mordiente. He de confesar que incluso bostecé en repetidas ocasiones. Además, le sobra metraje de manera evidente a este producto más cercano a un telefilme, aunque la factura técnica de su director es más que correcta. En resumen, un filme hueco y olvidable con un reconocible tufillo a otras adaptaciones de Best Sellers como 50 sombras de Grey que, repito, gracias al encomiable trabajo de  Emily Blunt y a la partitura musical del gran Danny Elfman, no cae en los abismos de la más profunda superficialidad. Eso sí...dinero...va a dar mucho. 

Gonzalo J. Gonzalvo

-Aragonia, C. Grancasa, Cervantes, Puerto Venecia, Yelmo-

El contable (The Accountant, 2016)**

Dir: Gavin O'Connor

Int: Ben Affleck, Anna Kendrick, J.K. Simmons, Jon Bernthal, John Lithgow, Jeffrey Tambor,
Cynthia Addai-Robinson, Fernando Chien, Seth Lee, Michael Beasley, David Anthony 
Buglione, Jason MacDonald, Ron Prather, Alex Collins, Johnny Giacalone, Nick Arapoglou


Christian Wolff (Ben Affleck) es un contable y genio matemático, que trabaja para el mejor postor y lleva una doble vida (y quizás una tercera, como descubriremos). Oculta está su actividad como asesino implacable, como si fuera un superhéroe justiciero. Yo diría que es el primero claramente autista, o al menos uno en el que sus rasgos se hacen evidentes desde una infancia que vamos descubriendo en los pertinentes flash-backs. 

Gavin O´Connor había demostrado en Cuestión de honor (Pride and Glory, 2008) que se podían recuperar las claves del cine sobre corrupción policial con un tono que quería tener una cierta mirada del cine de los ochenta y sustentarse en unos intérpretes de la talla de Edward Norton, Noah Emmerich y Colin Farrell. De algún modo,  Gavin  ´Connor vuelve a tener en cuenta en El contable la importancia de la familia, las relaciones conflictivas entre hermanos y apuesta igualmente por un reparto de actores muy sólido. 

Ha escrito el guión  Bill Dubuque, que se había ganado cierto prestigio orquestando el enfrentamiento entre Robert Downey Jr. y Robert Duvall en El juez (dirigida por David Dobkin en 2014); ahora hace un planteamiento bastante original que se va diluyendo en la vulgaridad y en el sometimiento a las reglas del cine de acción –eso de mamporro va, mamporro viene, abundantes tiroteos y todas esas cosas–. Para muchos, y no les faltan razones, es uno de esas historias "tramposillas" que ocultan su simplicidad en una serie de diálogos que aparentan trascendencia y profundidad. 




Hay que volver a señalar que si no fuera por la solvencia  de los actores (desde el protagonismo de Affleck, a la eficacia de J.K. Simmons y Cynthia Addai-Robinson), las situaciones derivarían hacia el ridículo. Por ellos y por la habitual solvencia en los aspectos más técnicos, la película resulta medianamente entretenida.

Roberto Sánchez

-Aragonia, C. Grancasa, Palafox, Puerto Venecia, Yelmo-

martes, 25 de octubre de 2016

La próxima piel (2016)***

Dir: Isaki Lacuesta, Isa Campo
Int: Àlex Monner, Emma Suárez, Sergi López, Bruno Todeschini, Igor Szpakowski, 
Mikel Iglesias, Greta Fernández, David Arribas, Pablo Rosset, Guillem Jorba


La próxima piel, rodada en catalán, francés y español se ha visto en Zaragoza en la versión doblada al español, sin uso del francés ni del catalán. Este hecho, recibir el mismo tratamiento que cualquier otra película extranjera proyectada en la versión española, sin alusión a la presencia de otros idiomas parecía especialmente relevante porque el personaje principal: un chico de 17 años (Gabriel / Leo) que vive en una institución de acogida, apareció en Francia y no hablaba, motivo por el que no podían saber su origen e identidad (salvo por la camiseta de Leo Messi que llevaba puesta y de la que no se separaba, llegando a darle nombre en esa nueva vida) para comunicarlo a las autoridades y a la familia a la que pertenecía. 

Cuando por fin habla, su acento catalán, o al menos así se nos cuenta, orientará las pesquisas hacia las familias que en esa época habían denunciado desapariciones de chicos de esa edad en Cataluña, pudiendo facilitarse el reencuentro largamente pospuesto.

A los 17 años es acompañado por el educador del centro a reencontrarse con su familia de origen, sobre la que habrá dudas y secretos hasta el final del film.

Hasta que no veamos la película en su versión original sólo podremos intuir que el joven hablara en catalán con sus compañeros generacionales, su primo y los amigos del pueblo; en francés con su educador, y en español con la madre reencontrada de la que se nos dice que es del Sur, no de esa tierra de altas montañas y nieve. 

Isaki Lacuesta es un realizador catalán, nacido en Gerona en 1975, con una más que destacada trayectoria que le ha llevado a construir un estilo muy personal en el que la ficción y el cine documental alcanzan una fusión casi perfecta. En esos terrenos de indefinición se mueven con decisión las excelentes Cravan vs. Cravan (2002) y La leyenda del tiempo (2006). Más irregular fue, en esa misma línea, Los pasos dobles (2011). Intentó apostar por la ficción más pura en Los condenados (2009) y en la sátira Murieron por encima de sus posibilidades (2014), películas de calidad discutible, mal acogidas por la crítica y totalmente olvidadas por el público.




En La propera pell, colabora en la dirección Isa Campo, y escribe el guión junto a ella y Fran Araújo. Una historia llena de recovecos, de misterios y situaciones tensas que ayudan a construir en igual medida las sólidas interpretaciones de Àlex Monner (Gabriel / Leo) y Emma Suárez (Ana), y la medida articulación de planos y miradas en el duro (pero muy atractivo) paisaje nevado del Valle de Tena en Huesca. 




Muchas de las secuencias fueron rodadas en la localidad de Sallent de Gállego y en su entorno. El paisaje, y el ambiente, contribuyen a crear una calma tensa cuyos estallidos de violencia (explícita o psicológica, según el caso) son manejados con habilidad por Isa Campo e Isaki Lacuesta, como en el mejor de los thrillers. 

Roberto Sánchez
Antonia Bordonada


-Palafox-

lunes, 24 de octubre de 2016

Viaje a Italia (The Trip to Italy, 2014) ***

Dir: Michael Winterbotton

Int: Steve Coogan, Rob Brydon, Claire Keelan, Rosie Fellner, Marta Barrio, Ronni Ancona, Timothy Leach, Rebecca Johnson, Alessandro Cuomo, Alba Foncuberta Bufill, Flora Villani



Viviendo la vida

Gastronomía y cine se dan la mano en este filme del director británico Michael Winterbottom que supone una continuación de The Trip, película dirigida por él en 2010 y protagonizada por los mismos actores. He de confesar que no he tenido ocasión de visionar la anterior que, a su vez, parte de una serie británica de idéntico título integrada por 6 episodios en la que dos actores amigos emprendían un viaje gastronómico por el norte de Inglaterra con el beneplácito del periódico The Observer. Viaje a Italia sigue la misma fórmula con el liderazgo de dos actores: Steve Coogan y Rob Brydon, especializados en comedia, especialmente el segundo. 

Winterbottom es un director bastante inclasificable, que ha tocado casi todos los géneros, desde la comedia al drama, pasando por el documental y también el thriller, éste último con bastante acierto. Precisamente, su último trabajo hasta la fecha (El traje nuevo del emperador, 2015) es un documental en el que trata la creciente desigualdad entre las distintas clases sociales. Director de las que son para mí, algunas maravillas como El demonio bajo la piel (2010), un escalofriante thriller; así como esas dos obras maestras que son el docuemental In This World (En este mundo, 2002) y Wonderland (1999), ese drama urbano con una fotografía y una partitura de Michael Nyman que la hace magnética, casi alucinógena. 




He de confesar que siento cierta debilidad por el binomio gastronomía y cine, debido a que son dos de mis grandes pasiones. País de las maravillas o paraíso perdido, o ambas cosas, los protagonistas de la película (uno de ellos es actor) homenajean al cine y al mundo de la interpretación (otro paraíso fuera de la realidad) en una ruta por Italia en la que recorrerán Liguria, La Toscana, Roma, la costa de Amalfi (cuna del delicioso licor limoncello) y la hermosa Capri. Incluso se alojarán en el mismo hotel de increibles vistas en el que John Huston rodó escenas de La burla del diablo, dirigiendo a Gina Lollobrigida, a Jennifer Jones, a Bogart y a Peter Lorre en base a una historia del gran escritor Truman Capote. 

Estamos ante una comedia trufada de humor inglés que, con un toque “woodyaleniano”, aderezado con un cierto aire a lo Monty Python, debate sobre algunas cuestiones trascendentes de la vida: el peso de los recuerdos y del pasado, el mundo de las pasiones y de los afectos (con la gastronomía y el sexo como puntos fuertes); el envejecimiento y la juventud perdida. Además de todo ello, los viajes como profunda catarsis y forma de resetear la realidad cotidiana para evadirse de la monotonía vital. 



Viaje a Italia es un filme que despierta la sonrisa pero teñido de un tono bucólico y melancólico que la impregna de principio a fin. No estamos ante un Midnight in Paris ni ante El sentido de la vida, pero esta comedia y road movie que pivota sobre dos actores sólidos que cumplen a la perfección con sus personajes se ve con agrado, y se mueve en una línea de calidad que certifica la trayectoria de un director con un estilo tan personal y polifacético como el de Michael Winterbottom.

Gonzalo J. Gonzalvo


-Aragonia-

viernes, 21 de octubre de 2016

Inferno (2016)**

Dir: Ron Howard
Int: Tom Hanks, Felicity Jones, Ben Foster, Irrfan Khan, Omar Sy, Sidse Babett Knudsen, Ana Ularu, Jon Donahue, Cesare Cremonini, Xavier Laurent, Fausto Maria Sciarappa, Juan Ignacio Pita.

Robert Langdon, el famoso profesor de simbología (interpretado por Tom Hanks) se encuentra tras el rastro de una serie de pistas conectadas con el mismísimo Dante. Cuando Langdon despierta con amnesia en un hospital italiano, hará equipo con Sienna Brooks (Felicity Jones), una doctora de la que él espera le ayude a recuperar sus recuerdos. Juntos recorrerán Europa en una carrera a contrarreloj para desbaratar una letal conspiración global. 

La adaptación de la novela de Dan Brown (no hace falta que recuerde que también fue el autor de El código Da Vinci), a cargo de David Koepp, y la realización de Ron Howard no pueden resultar más rutinarias. La interpretación de Tom Hanks (un actor de gran predicamento en Hollywood) es realmente mala y, parece, que una tercera convivencia con este personaje le ha superado. 


Inferno peca de ser previsible y ni siquiera el forzado ritmo narrativo, o las ensoñaciones infernales de su protagonista, salvan la función. 


Siendo muy generoso, podríamos decir que estamos ante la consagración como serie “B” casposa de los argumentos salidos de la producción de novelas de éxito (pero muy alejadas de cualquier calidad literaria o de valor histórico) del ínclito Dan Brown. 

Por cierto, en ese tono de producto de serie “B”, aunque estemos ante un presupuesto elevado del cine norteamericano, lo único (el único) que me sacó ligeramente de la apatía fue la interpretación del actor hindú Irrfan Khan, uno de los más reconocidos y capaces de su país, que con su personaje Harry Sims “The Provost”, logra introducir un humor muy negro, y dejar claro que los límites entre el bien y el mal no son muy precisos. 

Vamos, que no ha producido ninguna sorpresa agradable en quien esto escribe. Ya me pasó lo mismo con las dos anteriores entregas, El código Da Vinci (2006) y Ángeles y demonios (2009), y es que era difícil que de novelas mediocres (y encima pretenciosas) pueda resultar una adaptación cinematográfica apreciable. Sólo unos pocos (por ejemplo, Sir Alfred Hitchcock) lograron convertir textos mediocres en películas memorables y desde luego Ron Howard, un buen “artesano” generalmente, no ha sido capaz de lograr ese milagro alquímico que supone transformar la vulgaridad escrita en excelencia fílmica.

Roberto Sánchez


-Aragonia, C. Grancasa, Palafox, Puerto Venecia, Yelmo-

martes, 18 de octubre de 2016

Historia de una pasión (A Quiet Passion, 2016)****

Dir: Terence Davies

Int: Cynthia Nixon, Emma Bell, Jennifer Ehle, Duncan Duff, Keith Carradine, Jodhi May, Joanna Bacon, Catherine Bailey, , Benjamin Wainwright, Annette Badland, Rose Williams, Noémie Schellens, Miles Richardson, Eric Loren, Stefan Menaul.

Todavía está reciente el estreno de Sunset Song (2015), la anterior película de Terence Davies, y hay que decir que este brillante director inglés (nacido en Liperpool en 1945) sigue en una forma excelente y se ha superado con esta estupenda biografía fílmica de Emily Dickinson (1830-1886), la poetisa nacida en Amherts (Massachussets), considerada, junto a Edgar Allan Poe, Ralph Waldo Emerson y Walt Whitman, entre los más destacados poetas norteamericanos. 

Terence Davies ha sido capaz de acercarse a la compleja personalidad de esta mujer del siglo XIX que decidió interiorizar su existencia y sublimarla en unos versos de gran belleza y sensibilidad que serían conocidos en toda su amplitud muchos años después de su muerte. La película ahonda con sensibilidad en una mujer que pasó los últimos años de su vida encerrada en su casa por propia voluntad, contactando casi exclusivamente por carta. Sus poemas completos fueron publicados inicialmente en 1890, pero con serias alteraciones por parte de los editores (Thomas Wentworth Higginson y Mabel Loomis Todd) y hubo que esperar a que Thomas H. Johnson, en 1956, nos ofreciera una edición sin alteraciones que hizo todavía más evidente la modernidad y calidad de esta poetisa norteamericana. 




Davies, con una sensibilidad y fidelidad exquisitas, nos retrata el ambiente social (de verdad se ha filmado en su casa de Amherts) y familiar, apoyándose en una cuidada planificación y en una delicada fotografía (obra del alemán Florian Hoffmeister). Además, era fundamental contar con actores de una gran capacidad para construir la personalidad de Emily. Utiliza a dos actrices, Emma Bell y Cynthia Nixon, cayendo el mayor peso en la segunda, que la incorpora en sus años de madurez con una pasión brillante e hipnótica. Nos resulta fácil pensar que Emily Dickinson fue tal como nos la describen Cynthia Nixon, la actriz, y Terence Davies, el director y guionista.




Técnicamente hay algunos aciertos deslumbrantes como los trucajes digitales que permiten presenciar a la familia de Emily Dickinson, y a ella misma, “envejeciendo” en una sesión fotográfica que transmite con eficacia esa magia que tiene el cine para nevegar sin límites aparentes por las épocas y vidas del pasado, para conmovernos con su transcurrir comprimido en la cápsula del tiempo fílmico.

Los poemas de la Dickinson, acompañan en todo momento la acción (y la vida) de la protagonista, las canciones, los himnos, la música (interpretada por la Filarmónica de Bruselas) acompasan y destacan con sutileza y belleza todos los momentos del film que, por otra parte, no rehuyen mostrar la dureza de la Guerra Civil mediante imágenes poderosas, a modo de instantáneas del desastre y la muerte, ni mostrarnos las convulsiones y el dolor de la protagonista en una enfermedad que la llevará a la muerte. 

Muerte y eternidad, obsesiones en la poética de Emily Dickinson, presentes en un filme de Terence Davies que logra estar a la altura de los versos de su retratada.

Roberto Sánchez.


-Aragonia-

jueves, 13 de octubre de 2016

Un monstruo viene a verme (2016)**

Dir: J.A. Bayona

Int: Lewis MacDougall, Sigourney Weaver, Felicity Jones, Liam Neeson, Toby Kebbell,Geraldine Chaplin, James Melville, Garry Marriott, Joe Curtis, Kai Arnthal, Max Gabbay


Tras la separación de sus padres, Conor (Lewis MacDougall), un chico de 12 años, tendrá que ocuparse de llevar las riendas de la casa, pues su madre (Felicity Jones) está enferma de cáncer. Así las cosas, el niño intentará superar sus miedos y fobias con la ayuda de un monstruo (con la potente y característica voz de Liam Neeson), pero sus fantasías tendrán que enfrentarse no sólo con la realidad, sino con su fría y calculadora abuela (Sigourney Weaver). Con este nuevo trabajo J.A. Bayona cierra su trilogía sobre las relaciones maternofiliales, que inició con El orfanato (2007) y continuó con Lo imposible (2012). 

Estamos ante una nueva coproducción entre España y Estados Unidos. Repite, en este caso, J. A. Bayona, este joven director catalán, que parece perfectamente integrado en el sistema de producción norteamericano y al que parecen respetar algunas de sus estrellas como Liam Neeson y Sigourney Weaver, elementos que resultan muy valiosos desde el apartado de la promoción comercial, además de por sus cualidades interpretativas.



Curiosamente el peso de la película recae fundamentalmente en Lewis MacDougall, que había intervenido recientemente en Pan: Viaje a Nunca Jamás (2015), de Joe Wright, un jovencísimo actor británico y en el “Monstruo-árbol” generado por tecnología digital y efectos mecánicos más tradicionales, que por cierto son responsabilidad, casi por completo, de técnicos españoles.



La película tiene como punto de partida un guión escrito por Patrick Ness, apoyándose en su propia novela, inspirada a su vez en la idea original de Siobhan Doud (1960-2007), escritora británica de origen irlandés. 

Aún con virtudes de puesta en escena, y un estupendo trabajo de Lewis MaxDougall, la película acumula tópico, tras tópico, progresa en su trama con lentitud exasperante y ni siquiera las apariciones del monstruo logran superar la sensación de que en muchos menos minutos del metraje original (1 hora y 48 minutos) podría haberse contado la historia y toda su carga simbólica de superación por parte de este muchacho acosado por la desgracia. 

La película, sobre todo en algunos momentos de su promoción, parecía querer demostrar que superaba el ámbito del cuento pensado para niños y adolescentes. Que su dramatismo y emoción arrebataban a cualquier público. Bueno, pues nada más falso. Un monstruo viene a verme es didáctica, repetitiva, ingenua y parece pensada para un público poco o nada exigente desde el punto de vista intelectual. Vamos, un cuento bienintencionado, pero con mínimas cualidades artísticas. 

Con diferencia es el trabajo más flojo de J. A. Bayona, lejos queda de la sobriedad de El orfanato o de la espectacularidad, equilibrada con el drama, de algunas situaciones de Lo imposible.

En todo caso, J. A. Bayona parece haberse ganado la confianza de las factorías de sueños de Hollywood que parece ya le han embarcado en una secuela de Jurassic World para el año 2018. Y también parece que lo valoran como a un realizador que, con el tiempo, podría ser un sucesor digno de Steven Spielberg, que desde el punto de vista estilístico parece su más claro referente.

Roberto Sánchez.


-Aragonia, C. Grancasa, Palafox, Puerto Venecia, Yelmo-

Jota de Saura (2016)***

Dir: Carlos Saura

Int: Sara Baras, Ara Malikian, Giovanni Sollima, Miguel Ángel Remiro, Valeriano “Nani” Paños Segao, Amador Castilla, David Lagos, Carmen París, María Mazzotta, Israel Fernández, Nacho del Río, Manuel Adamo, Miguel Ángel Berna, Enrike Solinis, Francesco Loccisano, Laura Tajada, Carlos Núñez. 


El propio Saura, presentando su película, ha dejado claro que era su visión personal de la jota, ese baile y canto que define Aragón, pero que no le pertenece en exclusiva. En otros lugares de España, de Europa y del Mundo se ha reinterpretado, incluso se ha modernizado y fusionado con otras danzas y formas musicales. Esta película no es para los puristas, cómo no lo fueron sus memorables visiones sobre el flamenco, el fado o el folclore argentino. Esta película es el necesario homenaje que el maestro Saura rinde a un estilo musical que remite a sus orígenes y es, además, una oportunidad para muchos de los músicos, danzarines y creadores aragoneses que han formado parte de esta nueva aportación al género musical reinventado por Saura a partir de Bodas de sangre (1981), todo un modo de penetrar en la danza y la música, haciendo partícipe a la cámara, la iluminación y al montaje de una suerte de coreografía que vibra y que respira al unísono con sus intérpretes. 

La pasión de Saura por la música posiblemente nació en su infancia (algo influyó el oficio de su madre pianista), incluso, como el mismo confiesa, intentó dedicarse a la danza, pero parece que afortunadamente su torpeza en esa disciplina nos permitió ganar a uno de los mejores cineastas que ha dado Aragón y España.



La dirección artística del propio Carlos Saura, la fotografía de Paco Belda, el montaje de Carlos Saura Medrano, y las actuaciones, entre otros, de Sara Baras, Ara Malikian, Giovanni Sollima, Miguel Ángel Remiro, Valeriano “Nani” Paños Segao, Amador Castilla, David Lagos, Carmen París, María Mazzotta, Israel Fernández, Nacho del Río, Manuel Adamo, Miguel Ángel Berna, Enrike Solinis, Francesco Loccisano, Laura Tajada o Carlos Núñez, han dado como resultado otra apreciable aportación al género musical, en la personal versión de Carlos Saura. Un estilo y una forma de hacer que siempre ha tenido en España una dudosa aceptación, pero que generalmente siempre ha sido muy bien aceptado fuera de nuestras fronteras.



Carlos Saura y los números musicales por él escogidos ejemplifican su visión amplia, marcada por la fusión y la mezcla, como ya ocurriera con el flamenco, y en la que caben reinterpretaciones desde la música popular gallega, italiana, andaluza, desde el jazz (Carmen París), y desde la clásica (magnífico Ara Malikian interpretando una pieza de Sarasate). 

Hay, además, sentidos homenajes a José Antonio Labordeta, con imágenes de archivo de la Guerra Civil y a la figura de Goya, reutilizando imágenes de su película Goya en Burdeos (1999). En los dos casos, y aunque hay auténtica emoción en su concepción y resultados, el encaje con el resto de números musicales es muy discutible. Precisamente en la libertad alcanzada por Saura en sus últimas apuestas musicales, abandonando por completo cualquier anécdota argumental, está el mayor problema de esta película que de todos modos puede disfrutarse a poco que te sientas atraído por la buena música y la danza. 



En el apartado más estricto de la coreografía hay que decir que el mayor responsable ha sido Miguel Ángel Berna, otro arriesgado creador que ha fusionado con maestría la jota, el flamenco, el ballet clásico y la danza contemporánea. De hecho, uno de los momentos más memorables de la película se produce en el “enfrentamiento” entre Sara Baras y el mismo Berna, que interpretan en paralelo una jota, fusionándose a la perfección con el flamenco, y logrando una magia muy especial, repleta de buen gusto y sensibilidad. 

En Aragón, precisamente, es posible que Saura siga siendo un tanto incomprendido después de esta interpretación tan peculiar, pero hay que decir que nos faltaba su visión sobre La Jota, y que se ha mantenido fiel a sus criterios artísticos. Quizás no sea la mejor película musical de Saura, pero de ningún modo deberían dejar de verla y de sentirla...

Roberto Sánchez.


-Aragonia, Cervantes-

sábado, 8 de octubre de 2016

Elle (2016)*****

Dir: Paul Verhoeven
Int: ,Isabelle Huppert, Laurent Lafitte, Anne Consigny, Charles Berling, Virginie Efira,Lucas Prisor, Christian Berkel, Alice Isaaz, Jonas Bloquet, Vimala Pons.



El lado más oscuro.

Las artes y, por supuesto, el cine, tienen en común ese algo maravilloso y sorprendente. Cuando menos te lo esperas te encuentras con una obra fuera de lo corriente en la que los diversos componentes que intervienen en una película: dirección, interpretación, historia, etc. se unen para entregarte algo que sobresale muy por encima de la media. Quizá esté exagerando un poco pero, desde luego, Elle podría ser una de las mejores películas del año, si no la mejor. Su director, Paul Verhoeven, es inclasificable, al igual que su cine. En 1973, con su Delicias turcas, impactó en público y crítica con un entonces desconocido efebo llamado Rutger Hauer que, años más tarde, daría vida al replicante lider de Blade Runner. Dio el salto a EEUU con Los señores del acero (1985), donde ofrece una visión de la época medieval tan salvaje como realista (de nuevo se luce Rutger Hauer espada en mano) y que se rodó en buena medida en escenarios españoles (España figura como país coproductor junto a Estados Unidos y Holanda). A partir de ahí, pasa del medievo al futuro con su siguiente film, hoy día de culto: Robocop (1987). Tras otros dos bombazos (Desafío total e Instinto básico) en los noventa, se prodiga menos y, ya en los años dos mil, nos entregará El libro negro, un drama bélico ambientado en la época nazi que fue nominada al León de Oro de Venecia entre otros importantes premios. Desde entonces, han tenido que pasar diez años justos para que Verhoeven nos entregase este Elle, su último trabajo hasta el momento. Me he querido extender en la obra de este director precisamente para acreditar su enorme versatilidad.

Elle es también un filme inclasificable. Un drama y, al mismo tiempo, un thriller de suspense. Podría ser una película de De Palma o de Michael Haneke, incluso de un jovencito e iconoclasta Alfred Hitchcock que viviera en el siglo veintiuno.



El papel de la Huppert tiene ecos indudables de La pianista, una de las películas que más me gustan de la estilizada y estilosa actriz francesa y de el iconoclasta Haneke. También hay guiños a La ventana indiscreta, aunque aquí quien fisga no es el accidentado e inmóvil James Stewart. Isabelle Huppert (que ahora tiene en cartel también El porvenir), es para mí una de las mejores actrices a nivel mundial. Quizá la mejor, aunque eso ya es más subjetivo. Su capacidad para expresar y transmitir con un simple gesto, con silencios o con su mirada dota a sus papeles de una cantidad de matices y de una veracidad difíciles de superar. En este papel tan oscuro como fascinante que, como ya dije, me remite a esa pianista que rodó a las órdenes de Haneke, está absolutamente insuperable. Sublime. Isabelle Huppert da aquí vida a Michèle, la directora de una exitosa empresa dedicada a la creación de videojuegos que recibe en su casa la desagradable visita de un intruso encapuchado. En lugar de venirse abajo, esta mujer fuerte y luchadora que arrastra un oscuro pasado vinculado a su familia, tomará cartas en el asunto para intentar arrojar luz al suceso, con una implicación personal que la llevará a atravesar límites y puertas. Estamos ante una historia dura, sin concesiones, que entronca además con la sibilina y mordaz crítica que, de manera magistral, realizaba el director francés Claude Chabrol, diseccionando sin piedad a la aparentemente perfecta y legal clase burguesa. Un director, el gran Chabrol (fallecido en 2010), que trabajó en más de una ocasión con la Huppert, regalándonos gracias también a ella obras maestras como La ceremonia (1995) o Gracias por el chocolate (2000).



Verhoeven, con la inestimable ayuda de esta “bestia” de la interpretación que es Isabelle Huppert (y que lleva casi todo el peso de la película, aunque bien acompañada por el resto del reparto), consigue que el espectador esté pegado a la pantalla con los ojos como platos, asistiendo atónito a una historia turbia y perturbadora que explora sin concesiones ni cortapisas morales de ningún tipo, el lado más oscuro de la naturaleza humana y su carácter contradictorio. Todo ello sin traspasar el terreno de lo escabroso o el mal gusto. Además, está ese trasfondo social de crítica demoledora a una clase burguesa y bienpensante que, sin duda, se escandalizará con esta película. Mejor que se abstengan aunque, quien sabe, puede que más de uno se sienta identificado y, en la oscuridad de la sala, la disfrute de una manera cómplice y secreta. Esa oscuridad que, como la del alma, proporciona a veces una extraña impunidad para dar rienda suelta a ese lobo, a ese depredador que el “ser humano” lleva dentro.

Por Elle fue nominado Paul Verhoven a la Palma de Oro del reciente Cannes y también fue propuesto como mejor filme en el London Film festival. Es casi seguro que le llegarán más galardones. O quizá no. Eso es quizá lo que menos importa. Lo que verdaderamente importa es el talento y la magia que, a veces, cada vez menos por desgracia, logra que el séptimo arte se muestre en toda su magnitud, esplendor y belleza. Un film imprescindible para todo buen cinéfilo. Isabelle...,eres la mejor.

Gonzalo J. Gonzalvo


-Aragonia-

martes, 4 de octubre de 2016

La reconquista (2016)***

Dir: Jonás Trueba
Int: Itsaso Arana, Francesco Carril, Aura Garrido, Candela Recio, Pablo Hoyos.




Manuela (Itsaso Arana) y Olmo (Francesco Carril) se reencuentran en un futuro que se habían prometido quince años antes, cuando eran adolescentes y vivieron su primer amor. A partir de esta premisa romántica, La reconquista es una película en busca del tiempo; o sobre la conciencia del tiempo: del tiempo perdido y del recuperado; sobre lo que recordamos de nosotros mismos y lo que no; sobre las palabras, los gestos y los sentimientos a los que seguimos guardando fidelidad, porque nos definen y nos interpelan en el presente, el pasado y el futuro.

La reconquista es una película aparentemente simple, casi esquemática, que en ningún momento oculta sus cartas, ni sus referentes, que van desde la Nouvelle Vague (Eric Rohmer, incluido) al cine más reciente del norteamericano Richard Linklater. Y, desde luego, el propio estilo de Jonás Trueba que se va definiendo después de Todas las canciones de amor hablan de mí (2010), Los ilusos (2013) y Los exiliados románticos (2015). Un cine que quiere reflexionar sobre su propia generación, al menos sobre la de un grupo de privilegiados que no ha sufrido excesivamente para ganarse el sustento y ha podido emplear algo de su tiempo en el romanticismo y en alguna actividad cultural.

Jonás Trueba utiliza una mirada cadenciosa y minimalista para aproximarse a Manuela y Olmo, y este planteamiento sacará de quicio a más de uno. A los dos actores que los incorporan (Itsaso Arana y Francesco Carril) les da una gran responsabilidad. Son ellos, seguidos muy de cerca por el director/guionista, los que ponen muchas de sus experiencias al servicio de los personajes. Hay también un interesante salto en la historia que nos llevará a la adolescencia de los dos protagonistas (ahora serán interpretados por Candela Recio y Pablo Hoyos), que nos permite abandonar esa peligrosa morosidad en la que parecía estancada la película y adentrarnos de verdad en ese pasado que sustenta su historia de amor.




Adquiere protagonismo, de modo algo inesperado, el padre/cantante de Manuela que incorpora Rafael Berrio, un cantautor donostiarra, una especie de Leonard Cohen a la española, al que también hay referencias en la película. Una de sus canciones define bastante bien las intenciones del filme de Trueba y llega a sonar en dos ocasiones, añadiendo unas cotas de belleza inesperada a otro filme de Jonás Trueba que apuesta por un estilo de cine poco habitual en nuestro país, cargado de buen gusto y sensibilidad, pero en un espectro temático que nos gustaría, por lo menos al que esto suscribe, fuera más allá de las experiencias románticas y de la adolescencia eternizada que retrata y a la que pertenece generacionalmente.


Roberto Sánchez


-Aragonia-

Vientos de La Habana (2016)**

Dir: Félix Viscarret
Int: Jorge Perugorría, Juana Acosta, Yoima Valdés, Mariam Hernández, Pilar Mayo,Vladimir Cruz, Laura Ramos, Carlos Enrique Almirante, Enrique Molina, Alexis Diaz, Mario Guerra, Luis Alberto García, Reymundo Miranda, Jorge Martínez,Héctor Medina.


El cine español (en este caso aliado con el cubano) sigue empeñado en realizar thrillers. Ahora lo tenía relativamente fácil ya que se trataba de adaptar una novela del género negro ambientada en La Habana, obra del cubano Leonardo Padura que, además, ha colaborado en la elaboración de un guión que firma junto a Lucía López Coll y Félix Viscarret, el realizador navarro que debutó en el campo del largometraje con la apreciable Bajo las estrellas (2007).

Mientras los cálidos vientos azotan las noches de La Habana, el inspector de policía Conde (Jorge Perugorría) conoce a Karina (Juana Acosta), una enigmática mujer por la cual se siente profundamente atraído. Al mismo tiempo le asignan la investigación de la violación y asesinato de Lissette Núñez (Mariam Hernández), profesora del mismo instituto preuniversitario donde estudió el propio Conde. Conforme comienza una intensa relación con Karina, Conde trata de construir un retrato de la vida oculta de Lissette que le permita dar con el asesino y descubrir que el escenario de sus antiguos recuerdos de estudiante ha cambiado demasiado, como ha cambiado la indescifrable y contradictoria ciudad de La Habana. Leonardo Padura retrata una ciudad marcada por la droga, el sexo y una cierta corrupción; y lo hace con una soltura y sinceridad que, en su momento, le crearon problemas con el régimen castrista. La postura política parece haberse relajado bastante, y para el rodaje parece que esta producción no ha tenido demasiados problemas.




Cierto es que aunque mostrada como una ciudad en decadencia absoluta, en un decaimiento físico y moral que Padura convierte en leitmotiv, La Habana (quizás como símbolo de toda Cuba) es la protagonista principal, aunque Viscarret no logre mostrarlo más que con insistentes planos cenitales de barrios y edificios que parecen en un eterno derribo. Ese es el territorio que ocupan nuestros protagonistas que responden a los tópicos de la novela negra. Para retorcer algo la trama, el teniente Mario Conde, se dedica a escribir, pero sólo cuando se enamora. Mira por dónde lo hace en mitad de este complejo caso de asesinato y violación de una profesora. Esa historia de amor parece otra película, bastante mala por cierto, en la que el escritor bohemio se enamora de una misteriosa Karina a la que le gusta el jazz y, en una escena que roza el ridículo, toca sensualmente desnuda, después de hacer el amor, el saxofón... 




Vientos de La Habana no escapa a ninguno de los tópicos del relato policíaco moderno, marcado por la sinceridad a la hora de mostrar la corrupción en diferentes niveles (incluido el institucional, claro), la violencia y el sexo. Padura intenta llevar a su terreno planteamientos semejantes a los de James Ellroy, pero “cubanizándolos”. Viscarret intenta a su vez encontrar los ritmos narrativos necesarios para adecuarse al ambiente caribeño y lo logra, aunque en el empeño la languidez y la morosidad se adueñan de la historia y ni los esfuerzos de Perugorría (quizás el mejor de la función), ni de la colombiana Juana Acosta, (a la que yo descubrí en la más que recomendable serie Crematorio, dirigida en 2011 por Jorge Sánchez-Cabezudo) son suficientes para desprenderse de la modorra que acompaña a todo el relato de los hechos.




La película funciona relativamente bien en la creación de ambientes mórbidos, pero parece ir olvidándose del asesinato que hay que resolver y cuando retoma esa trama lo hace de un modo tan simple e ingenuo que decepciona a quien, cómo es mi caso, estaba empeñado en que me gustara la película ya que aisladamente sus componentes (Padura, Viscarret, Perugorría, etc.) podían ser garantías de calidad.

Roberto Sánchez


-Palafox-